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El viernes 10 de septiembre es el Día Internacional para la prevención del suicidio. Un fenómeno que, como indica el psiquiatra de la Clínica Nuestra Señora de La Paz de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, Diego Urgelés, no es fácilmente predecible. “La conducta del suicidio no tiene una causa única -advierte-, sin embargo, según los estudios, al menos el 90 por ciento de los suicidios se dan en personas con enfermedad mental. Por todo esto se puede afirmar que la enfermedad mental es una condición en la práctica necesaria para el suicidio, pero no es una condición suficiente”.
Las tasas de suicidio han ido empeorando en los últimos años, aunque no hay datos oficiales desde 2019, antes de la pandemia, y la progresión de los datos indica un lento empeoramiento en la última década, aunque hay que reconocer que España parte de unos datos mejores que los países de nuestro entorno. En opinión del psiquiatra del área de Infanto-Juvenil de la Clínica Nuestra Señora de La Paz, Andrés Suárez, “llevamos varios años en situación de crisis continua (social, económica...) y los adolescentes son uno de los grupos que salen perjudicados en todo esto”. El suicidio, afirma, es la segunda causa de muerte en el mundo más frecuente en adolescentes (detrás de accidentes de tráfico).
Efectos de la pandemia
Sin datos, es difícil afirmar cuáles son los efectos de la pandemia en la salud mental de la sociedad, así como que ésta sea la causa de los suicidios en España, nos indica Urgelés. “Los datos oficiales en los lugares que disponen de ellos (Grecia, Queensland, Massachusetts) no encuentran un aumento o disminución tras la pandemia, sin embargo, la evidencia actual es insuficiente y habrá que esperar bastante tiempo para poder saber la influencia de la COVID en el suicidio. Una parte importante de esta influencia probablemente dependerá del efecto económico sobre la sociedad, ya que el empeoramiento de las condiciones económicas se asocia a un aumento de la tasa de suicidio en occidente”, aclara.
Como señala Urgelés, “actualmente no se trata de un fenómeno fácilmente predecible, aunque se están intentando nuevas estrategias mediante sofisticados métodos estadísticos e inteligencia artificial que nos dan esperanzas de avances en este campo en los próximos años”.
Con los jóvenes hay algo parecido, la ausencia de datos impide sacar conclusiones en este sentido, pero Suárez si advierte un repunte de consultas y asistencias sanitarias en el día a día por intentos de suicidio, autolesiones... “Parece plausible pensar que la situación de pandemia, el aislamiento, la crisis económica y social asociada, etc., puedan tener que ver con todo esto”, señala.
Los adolescentes, especialmente vulnerables
Ante la pregunta de qué lleva a un adolescente a intentar suicidarse, Andrés Suárez señala la sensación de aislamiento, de desesperanza, de falta de pertenencia a un grupo, de no ver un futuro o haber sufrido situaciones de acoso en cualquiera de sus formas, como algunas de sus causas, aunque puede haber muchas más. “La pandemia -añade- no ha ayudado, ha ocurrido en un momento clave en sus vidas en el que la socialización en el mundo "físico", en los institutos, etc., es muy importante”.
Para poder detectar de alguna manera estos sentimientos por parte de los más jóvenes es importante la comunicación con los menores. El psiquiatra señala éste como el mejor método para detectar signos que nos llamen la atención como pueden ser el aislamiento, los comentarios negativos acerca del mundo o de sí mismo, el retraimiento social, los cambios bruscos en sus patrones de conducta, entre otros.
Cuando ha habido un comportamiento autolesivo es importante intentar escuchar, acompañar, “y, sobre todo, estar”. “Estar disponible -explica- para que la otra persona pueda sentir que tiene un espacio para hablar de lo que siente, hacer cosas que le pudieran hacer sentir bien. Estando pendientes pero sin convertirnos en vigilantes 24 horas”. Y, fundamental, como señala Urgelés, es buscar apoyo profesional lo antes posible.
Desde la experiencia, Suárez da algunos consejos para fomentar una adolescencia feliz: “la comunicación con la familia, aunque muchas veces sea difícil; permitirse tiempos de reflexión; no autoexigirse demasiado; entender que las redes sociales son una herramienta buenísima de comunicación y socialización pero también pueden ser un arma de doble filo; y, muy importante, buscar actividades (deportivas, académicas, etc.) que fomenten el desarrollo de nuevas inquietudes”.