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Con motivo del Día Mundial de la Salud Mental que se celebra hoy, 10 de octubre, profesionales del Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos y de la Clínica Nuestra Señora de La Paz, han presentado los resultados preliminares del estudio “Estigma en la esquizofrenia a partir de la visión de las personas afectadas por la enfermedad mental, familiares, profesionales y no vinculados a la enfermedad mental: influencia de aspectos cognitivos y emocionales”.
Esta investigación acerca del estigma en la enfermedad mental realiza un análisis exploratorio descriptivo de la estigmatización hacia la enfermedad mental grave y duradera, sobre todo esquizofrenia.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la incidencia de la esquizofrenia oscila entre tasas del 7 y el 14 por 100.000 tanto en países desarrollados, como en los considerados en vías de desarrollo. Como señala Juan Jesús Muñoz, uno de los autores del estudio y coordinador de rehabilitación en el área del salud mental del Centro San Juan de Dios “a pesar de ser un trastorno presente en toda la sociedad, independientemente del sexo o el estatus social, la actitud general de la sociedad suele implicar baja tolerancia y las personas que sufren esta enfermedad son estigmatizadas, víctimas del rechazo y la discriminación en prácticamente todas las culturas”. “Es por ello –continúa- que se hacen necesarios estudios para profundizar en la descripción del fenómeno y posibilitar programas dirigidos a atenuar, minimizar o paliar el impacto de la estigmatización dirigida contra la enfermedad mental”.
Los análisis iniciales se han realizado sobre una porción de la muestra esperable en cada uno de los grupos analizados en la investigación. Juan Jesús Muñoz explica que “en el caso de las personas afectadas por una enfermedad mental, los datos apuntan a que aquéllos que tienen peores actitudes hacia la medicación y poca conciencia de la presencia de alucinaciones tienen a tener estrategias de pensamiento y emocionales centradas en la evitación, la defensividad y la atribución externa de sus problemas o dificultades. Todas estas variables afectan a una percepción negativa de su propia enfermedad mental, mostrando mayores niveles de estigma hacia ellos mismos y hacia los demás”.
En el caso de los familiares de personas aquejadas de una enfermedad mental “se ha encontrado un paralelismo con los propios afectados, imperando las estrategias de evitación y defensividad pero añadiéndose aspectos como la hostiligenia o focalización en las carencias en aquellos que presentan mayores niveles de estigma hacia la enfermedad mental” explica el psicólogo. Además, en el estudio queda de manifiesto que su percepción de sobrecarga (por ser cuidadores) es mayor, algo que puede interpretarse de diversas formas si bien no sería validable el pensar que es normal mayor estigma por percibir mayor sobrecarga al cuidar de una familiar con enfermedad mental. “El estigma de estos familiares tiene que ver con una mayor adhesión a estereotipos sociales sobre la enfermedad mental como la supuesta peligrosidad, ira o inadaptación”.
Juan Jesús Muñoz destaca como curiosidad que “los niveles de estigma en el grupo de profesionales no son excesivamente diferentes a los mostrados por el grupo de familiares, si bien las estrategias cognitivo-emocionales imperantes son de carácter más proactivo y, por tanto, suponen un factor de protección frente a actuaciones centradas en el estigma”.
Por último, las personas no vinculadas a la enfermedad mental se comportan como el grupo con mayores niveles de estigma percibido. Las principales opiniones acerca de la enfermedad mental tienen que ver con sugerir restrictividad social o recomendar evitar a quien las padece.
“Con la cautela que exige el estar ante datos preliminares –advierte el autor-, lo cierto es que los resultados son congruentes con la idea de crear campañas y grupos de trabajo orientados al abordaje de las variables que correlacionan con la potenciación del estigma”. “Una sociedad que no rechaza lo diferente es una sociedad con futuro”, augura.