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La clínica Nuestra Señora de La Paz (Madrid) ha creado la Unidad Ambulatoria de Deshabituación Alcohólica (UADA) debido a “la reiterada constatación en nuestra práctica asistencial cotidiana de la existencia de un problema sociosanitario causado por el trastorno por uso de alcohol” explica Pedro Martínez, psiquiatra y responsable de la unidad.
“En nuestro día a día observamos la elevada prevalencia y las consecuencias devastadoras tanto para quien lo sufre como para su entorno, al que muchas veces no se le brinda la asistencia adecuada”, añade Martínez. “Por este motivo se ha visto necesario crear esta unidad, ya que la oferta existente en la actualidad resulta insuficiente”.
Sus más de 60 años de historia permiten a la Clínica Nuestra Señora de La Paz contar con una dilatada experiencia en el tratamiento de este tipo de trastornos, tanto a través de las unidades especializadas de adicciones ya existentes (Centro de Atención Integral al paciente Cocainómano -CAIC-, Centro de Patología Dual y unidad de desintoxicación alcohólica), como a través de la práctica hospitalaria y ambulatoria en las unidades no concertadas. Además, cuenta con la capacidad de ofrecer un tratamiento que cumpla los requerimientos de ser multidisciplinar, intensivo y prolongado, así como con las instalaciones y equipamiento idóneos.
Patrón de consumo
Pedro Martínez explica que existen diferentes patrones culturales de consumo de alcohol. Uno es el patrón mediterráneo (“wet cultures”), en el que el consumo de alcohol está más integrado en la vida cotidiana (como acompañante de comidas, en encuentros sociales habituales...). Se caracteriza por consumir bebidas alcohólicas no destiladas (sobre todo vino y, en segundo lugar, de cerveza) y la proporción de personas abstemias es escasa. El otro patrón es el llamado nórdico o anglosajón ("dry cultures"), donde el consumo de alcohol no es tan habitual, pero sí es en más cantidad por episodio y con bebidas destiladas (de mayor graduación), siendo más probable llegar a estados de intoxicación enólica.
“Recientes estudios confirman la progresiva instauración del patrón nórdico en áreas como la nuestra (de patrón mediterráneo), no solo entre los jóvenes, sino en todos los grupos de edad” alerta Martínez. Las causas, aún complejas y en objeto de estudio, tienden a señalar los cambios económicos, culturales y sociales. Así se ha comprobado, manifiesta el responsable de la unidad, “que el patrón nórdico de consumo aumenta en aquellas personas que pertenecen a grupos sociales más desfavorecidos y que tienen peor salud general”.
Consumir 5 ó 6 cañas seguidas, posible peligro
El momento de alarma llega siempre por “la sospecha o constatación de un consumo excesivo”. La OMS establece como consumo de riesgo aquel que sobrepasa las 28 UBE/semana en hombres y las 17UBE/semana en mujeres (UBE es la Unidad de Bebida Estándar, que equivale a unos 10 gramos de alcohol puro). Una caña de cerveza o una copa de vino equivalen a 1 UBE y un combinado o "cubata" a 2 UBEs. También se considera consumo de riesgo consumir más de 6 UBE (5 en el caso de las mujeres) en una única ocasión de consumo.
Para poder hablar de trastorno por uso de alcohol deben aparecer ,además, consecuencias perjudiciales ocasionadas por este consumo excesivo de alcohol (deterioro o patología psicofísica, erosión del funcionamiento sociofamiliar o laboral), así como otros indicadores o criterios diagnósticos (disminución de la capacidad para controlar el consumo, episodios de deseo de consumo irrefrenable, persistencia del consumo pese las evidentes consecuencias perjudiciales de mismo, tolerancia, sintomatología abstinencial al reducir o cesar el consumo...).
Ante este riesgo, desde la Clínica Nuestra Señora de La Paz se hace hincapié en el papel del entorno o la familia. Martínez señala que es habitual que “el individuo afectado y su entorno vivan el trastorno, al menos inicialmente, de maneras muy diferentes: mientras el primero tiende tradicionalmente a minimizar o negar la existencia de un consumo de alcohol excesivo/problemático, su entorno ya ha constatado los estragos del mismo en demasiadas ocasiones. De ahí que, muchas veces, la demanda de tratamiento por parte del paciente responda más a la presión del entorno que a una motivación intrínseca”.
“En este sentido -reconoce-, el papel del entorno es tan crucial como complejo, debiendo combinar firmeza en el reconocimiento del problema y la demanda de tratamiento con ofrecimiento de apoyo y acompañamiento”.
En el caso de los jóvenes, su respuesta al tratamiento suele ser mejor, ya que el nivel de deterioro psicofísico y del entorno aún no es muy acusado y los patrones de la conducta adictiva no se encuentran tan arraigados. En este perfil “se hace especial hincapié en la motivación al cambio y el control de la impulsividad, siendo especialmente necesaria la integración en el tratamiento del entorno sociofamiliar del paciente”.