Noticias

23/11/2018 - 21:23 General
Psiquiatría, Psicología, adicciones, salud mental

El viernes 23 de noviembre los comercios celebran el Black Friday o “viernes negro”, día que surgió haciendo referencia al color de los números de los comercios, que pasaban de rojo a negro, tras las ventas en masa en torno al día de Acción de Gracias en Estados Unidos. Daniel Anadón, psiquiatra de la clínica Nuestra Señora de La Paz de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, en Madrid, afirma que “la sociedad de consumo justifica su existencia con la promesa de satisfacer los deseos humanos como ninguna otra sociedad ha podido hacerlo, pero esto sólo puede resultar seductor en el caso en que nuestros deseos estén insatisfechos o no lo suficientemente satisfechos”.

Anadón recuerda las palabras del sociólogo Zygmunt Bauman, quien decía que “la no satisfacción de los deseos, y la firme y eterna creencia en que cada acto destinado a satisfacerlos deja mucho que desear y es mejorable, son el eje del motor de la economía orientada al consumidor. La sociedad del consumo consigue hacer permanente esa insatisfacción”.

“El Black Friday -añade el profesional- se explica por aspectos como un sentimiento de soledad inmenso a pesar de no caber en el metro, un narcisismo patológico a pesar de que tenemos los dientes más perfectos que nunca, olemos mucho mejor que nuestros congéneres del medievo, sabemos de todo  o podemos establecer relaciones sentimentales con una persona al día si nos apetece gracias a las aplicaciones. Esto se traduce en intolerancia al mínimo aburrimiento, malestar, frustración…”

Dice el filósofo Byung-Chul Han, que “quien se aburra al caminar y no tolere el hastío, deambulará inquieto y agitado, o andará detrás de una u otra actividad, pero en cambio, quien posea mayor tolerancia para el aburrimiento reconocerá, después de un rato, que quizás andar, como tal, lo aburre y de este modo, se animará a probar un movimiento nuevo como bailar…”.

Reto: sentimiento de identidad
Para Daniel Anadón, “llegar hoy día a un estado de satisfacción con el que nos encontremos serenos y tranquilos se ha convertido en prueba olímpica, pero ése sería el objetivo, poder realizar, pertenecer, tener, relacionarse con cosas y gente que nos gusten, que nos llenen”.

En su opinión hay que “parar y pensar en esto, tener claro qué es lo que deseamos, cómo y cuánto necesitamos”. Un mínimo como para que ello genere en nosotros un sentimiento de identidad y pertenencia a un mundo propio, firme, que haga que no tengamos que hacer compras irracionales para sentir la felicidad satisfaciendo un deseo cada vez más hambriento o un deseo que ni siquiera sabemos en qué consiste.